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A bitácora de Vesania:

MARRACOS.-

MARRACOS.-

En la zona más oriental de las Cinco Villas se encuentra un pueblo, antiguo (los primeros indicios datan de 1097... ahí es nada :-)). Un pueblo, pueblo, como nos gusta decir a los marraquinos, a diferencia de otros pueblos más recientes, llamados de colonización.

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Marracos es pequeño, como lo son la mayoría de los pueblos de Aragón, y que se ha mantenido alrededor de los 150 habitantes desde casi toda su dilatada historia. Es el pueblo dónde nació mi madre, y de adopción de mi padre (aunque él, d’Ayerbe ye...). Los recuerdos de una niñez en un pueblo, aunque ya sólo fuera de fines de semana y de vacaciones de verano guardan una luz especial.

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En mi caso, éramos una cuadrilla considerable, con nuestras risas, pandillas internas, líos y riñas, y que ahora, con la perspectiva de la distancia y de los años, recuerdo con inmenso cariño.

Cuando llega el buen tiempo, pasados más de 25 años de todo aquello,  y vuelvo al pueblo, con mis hijos, es una gozada verlos a todos, y recordar de nuevo todo aquello.

Y cierro los ojos en la plaza, cada vez que voy, (muchas menos veces de lo que me gustaría), y deseo que ójala mis hijos jueguen muchísimo con los de Ana Cris, Yolanda, Belén, Lorenzo, Javier, Maria Rosa, Espe, Jose Antonio, Sergio, y tooooooooodos los del resto, y que compartan aunque sea sólo la mitad de las cosas que compartimos nosotros..., incluso que cuando lleguen las fiestas, dentro de unos años, monten la peña, y se rían entre cervezas y bromas... (seguro que entonces no me parecerá tan buena idea, jajajajajja.)

Y vuelvo a cerrar los ojos, y veo en color sepia, el enjambre de bicicletas adolescentes bajando la calle hacia la plaza. Las rodillas de mecromina, las horas de calor en la siesta, con las moscas, las innumerables horas en la calle, el olor a gasoil de los tractores y las cosechadoras, o el bocadillo de jamón de casa (de grosor de más de un dedo, que para eso lo cortaba el abuelo con la navaja, con una tajada de pan, de miga recia, que alimentaba para una semana).

Recuerdo las carreras cuando venía mi abuelo del huerto con la mula mecánica y nos cogía a todos los críos que cabiamos en el remolquico, dónde traía las lechugas, los melocotones, los higos o los espárragos, para cabreo de mi abuela, que decía que cualquier día nos ibamos a estozolar alguno....

Y los pinchazos de las bicis, las escaladas sin arnés jejejeje, y sin talento (que es aún peor!), a las pilas de las pacas de paja, (que no se mató alguno porque Dios no quiso, claro!).Los caminos pedregosos llenos de baches que nos especializaban en lo que ni siquiera se llamaba todavía mountain bike ;-)). O los remojones a escondidas, entre risas, en las pozas del río, luchando entre los ruejos resbaladizos y el pan de rana, y los temibles tabanos al caer la tarde.... y esa tortilla de patata cenada a dos carrillos porque había que volver corriendo otra vez a la calle... :-)))

O esas moras maduras y tan bien luchadas a base de arañazos en los zarzales del canal y del Gállego (aysss, el río, ese río que se retuerce en meandros bajo la atenta mirada de socavados cortados calcáreos).

 

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La infancia tiene esa rémora del tiempo pasado y feliz, sin preocupaciones. Bueno, ahora parece que no había dilemas, pero ¡¡anda que no teniamos nuestros dramas!!, pinchar una pelota, perder una muñeca, reñir con una amiga.. ¡¡¡todo eso era una pesadilla en nuestras mentes infantiles!! :-)))

La infancia en un pueblo, es en todo caso, un auténtico regalo reservado para afortunados.

Han cambiado los tiempos, las formas de trabajar, el estrés, las opciones de diversión y de ocio... pero los que todavía tenemos, como un tesoro, la casa en el pueblo, aunque sea compartida con media familia, sin calefacción y sin comodidades, deberiamos recordar de vez en cuando todo lo que nos marcó aquello, e intentar darles a nuestros hijos la oportunidad de dejarse la rodillas en las piedras de los caminos, de encorrer a las gallinas o de ver a las ovejas en los rastrojos.... es... seguro, el mejor regalo para ellos...

¿Qué por qué pongo todo esto?, pues porque en el blog de mi pueblo, han hecho finalmente el artículo completo sobre los caleros que comentaba el otro día, han editado un folleto, y han puesto fotos que me han traído muchísimos y preciosos recuerdos...

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P.D. Las fotos, preciosas, se las he cogido prestadas del flickr a Fernando, el administrador del blog de Marracos.

Ayer, de casualidad, caí por el CPS... parece que esta primavera va de nostalgias... pero de los tiempos de la universidad ya hablaremos otro dia que van a ser demasiadas emociones si no... ;-))

2 comentarios

Vesania.- -

gracias Aurora, un besazo.

Eo -

¿Cómo que no sabes escribir?. Este post es maravilloso. Yo he veraneado en el pueblo desde siempre, pero aunque no lo hubiera hecho, a través de tus palabras uno llega a hacerlo.